Me apetece compartir desde el blog la experiencia de llevar un huerto, contando con que parto de cero y todo lo que hago desde ahora es aprender. Por si a alguien le interesa aprender conmigo!
Desde hace tiempo
que deseaba tener un huerto ecológico, pensaba en lo maravilloso que sería
comer sano y cultivarlo con mis propias manos, sobretodo desde que regresé al
pueblo donde (fíjate qué contradicción) no hay mucha opción de consumir
ecológico sin desplazarse a la gran ciudad.
El año pasado, sin
embargo sí conseguí fruta y verdura gracias a un agricultor de Pina que trabaja
de esta forma y que me suministró durante los meses de verano. Esto hizo que
mis ganas de tener un huerto propio se reforzaran todavía más, la calidad de lo
que comimos no tenía nada que ver con la que se encuentra en las tiendas, todo era más intenso en sabor y olor y en consecuencia las comidas
mucho más buenas. Si consumes ecológico te das cuenta que, más allá de las
razones que te mueven a querer conservar el medio y no favorecer a la química
imperante simplemente ESTÁ MÁS RICO.
Todas estas cosas estaban
en mi cabeza pero no tenía opción de ponerme un huerto porque no tenía dónde. Sin
embargo, como si de la ley de la atracción se tratase, un día de repente me llega la oportunidad. (Podéis ver una entrada
del año pasado donde comento lo del huerto aquí). Así que por supuesto no iba a desaprovecharla. El terreno era un campo sembrado
de alfalce que labramos y preparamos para el huerto (bueno, esta primera parte
de preparativos le corresponde más bien a mi primo y mi tío, que se curraron un
riego por donde pasa el agua y que utilizamos para regar el huerto por partes
gracias a unos tubos). También tuvimos que preparar la tajadera con mortero y
piedras, en esta parte del proceso yo estaba alucinada de la de cosas que
estaba aprendiendo...
Como veis en las fotos se trata de un viejo almacén
con una pared cubierta de parras, el primer día fui a podar las parras y
aquello se veía muy desangelado pero ahora les están creciendo hojas nuevas y
da gusto verlas.
Lo primero que hicimos fue sembrar las tomateras,
labramos una serie de bancales donde ponerlas cubriéndolas todas con una
botella cortada por el fondo para protegerlas de pájaros y caracoles, así como
del aire que pega muy fuerte por esta zona. Otro invento que despertó mi
admiración por lo sencillo y eficiente que es ha sido el riego con tubos y
macetas. Para seleccionar la zona que vamos a regar tenemos unos tubos
repartidos por los distintos sembrados, y la forma de abrirlos y cerrarlos es a
través de unos tapes fabricados con macetas rellenas de cemento y un palo de
hierro que hace de asa. Aguanta cuando
se llena la acequia y además, en el caso de que una zona ya está bastante llena
pero queden las demás por regar pones la maceta en el tubo correspondiente y
listo.
Con el tiempo me gustaría aplicar el riego por goteo, pues es una forma de asegurar que a las plantas les llega bien el agua, además de que no se desaprovecha tanto como en este caso.
También plantamos cebollinos, que es lo mejor que
hemos hecho, están muy pitos desde el primer día. Sin embargo cuando me puse a
plantar las acelgas, lechugas y borrajas lo hice tan mal que a los pocos días
casi todo estaba marchito… fue así como me di cuenta de que los bancales eran
demasiado hondos y no les estaba llegando el agua a las pobres plantas. Los
quité directamente y regué a manta como con las cebollas, he recuperado gran
parte de la cosecha pero otras pocas plantas no han resistido.
Sin embargo las tomateras están muy bonitas, ya
despojadas de sus botellas saludan al sol con las hojas abiertas!
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